Jennifer Jones, la primera presidenta mujer de Rotary International, es la lideresa perfecta para correr la voz sobre las obras de bien que realiza Rotary en todo el mundo e inspirar a sus socios a continuar haciéndolo.
Por Diana Schoberg Fotografía de Monika Lozinska
El pasado mes de febrero, en un seminario de capacitación para presidentes electos de club celebrado en un hotel situado en el área metropolitana de Dallas, maceros con chalecos amarillos y sombreros Stetson dirigen a los participantes, agrupados por distrito, a una pequeña sala para fotografiarse con Jennifer Jones, presidenta de Rotary International 2022-2023. A medida que los grupos van entrando, los líderes de los clubes rodean a Jones, y la sala se convierte en un torbellino de apretones de manos, choques de puños, abrazos y algún que otro chillido. En cada foto, los rotarios ataviados con sombreros Stetson (apodados «Rangers») imparten indicaciones sobre quién debe colocarse en cada lugar, y luego Jones, que está sentada en el centro de la primera fila, se levanta, se da la vuelta y anima al público. «¿No es el suyo el mejor distrito?», pregunta. Luego, desafía a los socios de un distrito a bailar, marcando el ritmo en la alfombra del hotel. Otro, bromea diciendo, es el distrito más guapo. Y luego está el distrito «fiestero», y sus socios muestran su acuerdo de manera estruendosa.
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Los grupos van abandonando la sala. No son pocos los que se quedan para hacerse selfis con Jones y su marido, Nick Krayacich. Una joven, vestida de azul cobalto, grita «¡Felicitaciones y gracias por ser una líder para las mujeres en Rotary!» Más vítores. Ella y Jones chocan los puños para despedirse.
«Ella es simplemente increíble. Es una estrella de rock», dice Rhonda Walls Kerby, exgobernadora del Distrito 5890, quien estuvo observando la escena.
Al terminar la sesión de fotos, Jones firma varios cascos de coleccionista de Star Wars que se subastarán en una próxima conferencia de distrito en Houston. Ella se pone uno. Los teléfonos de los rotarios que aún están en la sala se disparan al unísono para captar el momento.
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«Ella hace que todos se sientan especiales. Es por eso por lo que todos se sienten como si fueran los mejores amigos de Jen», explica Eric Liu. Liu conoció a Jones en la Asamblea Internacional 2016, cuando él era gobernador de distrito entrante y ella la vicepresidenta entrante de RI, y congeniaron.
Esta opinión de Liu es uno de los comentarios más comunes que se escucharon durante el fin de semana de viaje con Jones. Una y otra vez, la gente menciona que tiene facilidad para relacionarse con la gente, que durante años todo el mundo «sabía» que sería la primera mujer presidenta de Rotary, que es un nuevo tipo de líder.
Y que ella es la líder que Rotary necesita en este momento.
Las risas en la sala crecen hasta convertirse en un cálido zumbido mientras Jones bromea con sus amigos. Pero ha sido un día muy largo después de un viaje agotador. El día anterior, Jones y Krayacich pasaron nueve horas en el aeropuerto debido a los retrasos provocados por las condiciones meteorológicas, después de resolver primero los problemas logísticos de su viaje a Dallas. A las 11 están en la cama, un breve respiro antes de reanudar los deberes presidenciales al día siguiente.
«Ella cree en algo que es muy necesario. Estos tiempos nos llaman a luchar por la paz y la unidad, a abrazarnos a pesar de nuestras diferencias sobre la base de lo que tenemos en común».
Jones, de 55 años, nació en Windsor, Ontario, y -salvo algunos años tras graduarse de la universidad en los que trabajó en las Islas Turcas y Caicos y en Manhattan- ha vivido allí toda su vida. La mayor de tres hermanos, montó puestos de limonada para ganar dinero y donarlo a organizaciones benéficas, y recuerda haber organizado una feria en el patio de su familia a beneficio de los niños con distrofia muscular. «De pequeños, mis padres nos dieron alas para que prestáramos servicio en nuestra comunidad», afirma. Hoy, su madre, su padre, uno de sus hermanos y la esposa de este son rotarios. Su otro hermano pintó un cuadro que inspiró las corbatas y pañuelos alusivos al lema presidencial de Jones.
Tanto Jones como Krayacich son originarios de Windsor, pero se conocieron en el Caribe. Agotada tras terminar la universidad y trabajar en la redacción de una emisora de radio, Jones se tomó un tiempo libre que aprovechó para encontrar trabajo en un centro turístico del Caribe, mientras que Krayacich, médico, acababa de terminar sus prácticas en Toronto y visitó la isla para bucear. Pronto entablaron una amistad, y cuando ambos volvieron a Windsor, empezaron a salir y se casaron poco después.
En muchos sentidos, Krayacich, gobernador propuesto del distrito 6400, es lo contrario de Jones. Es más tranquilo y serio, prefiere conversaciones individuales, rasgos que se adaptan mejor a su profesión. «Sin duda, Jennifer es una fuente inagotable de energía. Ella es extrovertida y le gusta establecer conexiones», dice. «Nos complementamos muy bien».
Jones fundó su propia productora de televisión antes de cumplir los 30 años, asombrando a los gestores bancarios con su plan de negocio, negociando un contrato de arrendamiento e invirtiendo en equipos valorados en cientos de miles de dólares. «Siempre quise labrar mi propio camino», explica. «A veces eso significa asumir riesgos y abrirse a nuevas experiencias».
Y una de ellas fue Rotary. Como reportera radiofónica novata a finales de los años 80, estuvo a cargo de cubrir la información sobre la organización y recuerda haber asistido a reuniones de club en las que los socios eran casi todos hombres. «Recuerdo sentirme muy intimidada por la experiencia», dice. «Tenía poco más de 20 años. Ellos eran los líderes de la comunidad». Avancemos hasta 1996, meses después de haber puesto en marcha su negocio, Media Street Productions. El gerente del canal de cable local invitó a Jones a una reunión. Ella supo que había encontrado su lugar. «Sin duda, fue uno de los mejores regalos que he recibido», dice. «No pensé que entrar por esa puerta ese día cambiaría mi vida».
Al día siguiente, en el seminario de capacitación de Dallas, durante un almuerzo, la canción «Celebration» de Kool & the Gang suena con fuerza en los altavoces. La gente comienza a bailar, batiendo palmas y balanceándose al ritmo de la música. Entre ellos está Jones, agitando una colorida barra luminiscente sobre su cabeza. Ella baila entre las mesas, deteniéndose para tomarse un selfi aquí, dar un abrazo allá, bailando con la multitud. El grupo se alinea frente al escenario, con Jones en el centro. Cuando la canción termina, el exdirector de RI, Don Mebus, presenta a Jones, quien hace un corazón con sus manos cuando sube al escenario.
Su discurso hace que los oyentes pasen por toda una gama de emociones. Mientras habla de su presencia como testigo en una operación cardíaca pediátrica en Jordania, la sala está tan silenciosa que se podría oír caer una insignia de Socio Paul Harris. Cuando termina, la multitud se pone en pie y estalla en aplausos. Pero no hay tiempo para recrearse en el momento. Jones tiene que tomar un avión. El maestro de ceremonias pide a la multitud de entusiastas tejanos que la dejen pasar. Y con eso, parte hacia el aeropuerto, con la ayuda de un par de zapatillas de deporte púrpura que utiliza durante todo el viaje («Guardo los tacones para cuando tengo que realizar una presentación», dice). No le gusta comer antes de pronunciar un discurso, así que ahora agarra una bolsa de papas fritas y se acomoda en su asiento para descansar.
Cuatro horas más tarde, llega a Los Ángeles para participar en otro seminario de capacitación para presidentes electos. Los deberes de esta noche consisten en visitar las salas de actividades sociales para reunirse con rotarios de los distritos participantes. En una de ellas, rotarios socializan mientras beben mai tais adornados con sombrillas mientras música hawaiana emana de los altavoces. Apenas llega a la puerta Jones se ve de nuevo rodeada de rotarios deseosos de conocerla. Randy Hart, gobernador 2022-2023 del Distrito 5000, le regala una lei (guirnalda de flores tradicional de Hawái). «Solo puedo pensar en la energía que desprende», comenta un hombre que está observando. «¡Y pensar que esta es la tercera sala que visita!»
Lakecia King es una de sus simpatizantes y abraza a Jones cuando se encuentran. «Es muy cálida y genuina», dice King, presidenta entrante del Club Rotario de East Honolulu y presidenta del Comité Distrital de Diversidad, Equidad e Inclusión del Distrito 5000. Ocho semanas después de ser operada de un desgarro de menisco, King voló desde Hawái para aprovechar esta oportunidad, atraída por el compromiso de Jones con la diversidad en Rotary. «No me lo iba a perder por nada del mundo», señala King. «Ella cree en algo que es muy necesario. Estos tiempos nos llaman a luchar por la paz y la unidad, a abrazarnos a pesar de nuestras diferencias sobre la base de lo que tenemos en común».
Jones finalmente llega al fondo de la sala donde es arrastrada a participar en un baile «hula» con otras siete mujeres. Ella visita algunas salas de actividades sociales más y termina en la del Distrito 5500 (Arizona), donde conversa con un grupo de rotarios. Mientras levanta su copa para brindar antes de abandonar la sala - «¡Bueno, salud para todos!» - una mujer mayor con el pelo blanco muy recortado grita: «¡Gracias por ser la primera!». Sin perder un instante, Jones responde: «Pero no la última».
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